martes, 25 de enero de 2011

                                                  BANZO
Lamparita que agota su fatiga pajiza ante el primer rayo de sol.
El humo del espiral ahonda la sed que desde anoche invade mi humanidad.
Charo aún llora.
Desde hace dias mira y mira por la engrasada, ciega ventana que unge el banzo.
Largas piernas de giro equilibrantes en los pulgares dibujan una incorrecta circunferencia de retorno sobre la encarroñada pinotea. Y llora, cruje como la goleta que arribó a su pie y a sus ojos.
- El sol sale de allá. Lo leí en un librito de segundo año -

Erguida, indemne: compás morisco dudoso de un candomblé tullido.
Yo: cobija pringosa, inquilinato hediondo, caña blanca. Silencio soy parpadeando el raleado vértice negro que me guiña la luz.
-El oriente siempre esta allí Charo. Somos nosotros los viajados, diáspora histórica de alguna tierra,el después de una frontera vitreada a golpe de abandono donde no se encama ni el aliento, un universo constructivo de silencios y agua -.
Temí advertirle que ese círculo que talla de tarso, es el que le regaló esas piernas largas, pubis agrio, húmedo y dulce sobaco, su interminable circunnavegación en escunas.
Sed, pesadumbre..., un laguito en el cono proyectado desde su sexo.
Sus élitros que se abren y acometen la superioridad del vidrio sin bisagra, los barrotes de su llanto. Pájaro sin límite transatlántico inconciente de geografías. Mirlo sucumbiente de ésta vida sin albinismo ni líbido presente abjurando su cría silente, litúrgica, que aulla abandono y solidaridad.
Me asomo al pretil explicando una falla, un Ryu flagrante que acontece sobre el cúlmine suceso de esa ánima que abraza desde su levitante pose, su bella sonrisa, mi garganta seca, el desenlace de lo previsible.