lunes, 22 de noviembre de 2010

              PASADO

UN ÚLTIMO INSTANTE PASADO
APENAS HACE UNA PITADA,
POST  ACTO SEMINAL.

EN TANTO TIEMBLA LA AGUJA
ENTRELINEAS ANQUILOSADAS
CONSTRUYENDO SU ANTERIOR
 RECUERDO  INMEDIATO
DE ABSOLUTA VIDA.

 ANUDANDO SUS PRETÉRITOS
 COLA DE BARRILETE
QUE ME EXTRAVÍA
CON INCERTIDUMBRE PERENNE
SI NO ABANICO LA PALMA
PARA DEJARLO HUÍR.

SE REVERENCIA EN FUGA
Y  SOY VERSO.


Dictadura

Breve tiempo de gaviotas, rodilla arenada,
núbiles copas con asidero en sol,
tiento entre metas de eucaliptos.
Cuando el murmullo sibilante del barrio
despierta en vecindad alerta. 
Hambre y sueño, silencio de allanamiento y
apurado exilio de neófita razón nómada.
Una higuera acallada,
 herramientas encajonadas repujando nada,
en tanto las cejas de este niño despabilaban
 un interrogante, un talle de asombro
con manitos en dos volantas
 agitándose al zenit.
Después,  flagramos en genes ocultos sin luz .
Y fuimos el otro, abrigados
Del manto que cae
sobre la tristeza de la diáspora
enajenada brutalmente de su construcción.

Horas del agua

 Todas las horas pasan
de agua
en el hombre,
en el bronce
y la ventana
que relata a esos hombres
mojados
tras el vidrio.

En un instante de cristal,
la cúpula gime:
"si pudiera llorar
con esta campana"
que detenida evoca,
en su ventración,
la historia del agua
conformando de horas
a esos hombres
errantes y mudos.

 Cada uno de ellos,
un relato,
un silente bronce,
un gemido,
gotas
tras el vidrio.

De luto y algodón

Vestido de lino
tu luto dorsal
grillete ardido,
salitre de herida
y graznido grave
¡didé, didé acobá!    

Ahuecan tus manos
en agitada piedra
sobre el lomo
sobre las secas tetas
achó eru, (genero negro)
mujer
con el gofio no alcanza
rompe el algodonal
que fecunda febrero
 a la mar Yemayá     

Desenfalda  tus velas
lazos rojos imploran
ofún terminará.       (la maldición)
Enciéndelas de nuevo
hoyito en la arena
yema en sangre
gotas carmesí ,
lágrimas también.

Que sudan
Orichas en tu frente,   
mece omo mi (hijo mio)
en cunas-brazos
y almidón
dubule melo, melo    (acostado despacito)
mira la luna
ya se durmió.

Gira, gira, danza
poseído lino circular
mas redondo
mas caliente
añá-bakoso               (tambor)
que en la faja de requiem
suspende el ton-ton;
y se va la muerte?,
quiebra el eslabón
que el capullo lo corte
el señó.

Palomas negras al cielo,
motas al septentrión,
tobillos esferando
pide, suyeres, cobó      (rezos, ruegos)

 Tu negro se fue volando,
por espuma se fugó,
sobre el bote adornado
en estambres rosales
en crepé,
sin grillete partió.

Omi-laza          agua bendita
Omiero             agua sagrada
Ofo-osobo        el mal repentino
Ollú cuará        sus ojos cerrados
Socun iyaré       llore madre
Quiloguasé      ¿Qué vamos a hacer?

Sin luz

Sin luz,
a tientas y zumbidos,
deambulantes aullidos,
susurrantes eslabones
desde allá
nación de ultramar.

El Sóngoro Cosongo
 no se pierde de mi lado…
Se acurruca claro de luz
En mi entrecejo.

De azotar,aquella voz gime
arrogante, triunfante
"Fecha a cair,
sujeitos a estas negros
sobrecarregar o puñál.
Eu sou o proprietário dos negros,
sou deus”
con voz
habitada de la bodega
no del negro
si no de alcohol.

A oscuras
encarno mis uñas
al músculo dorsal
triturando la pluma,
desangrando en rojo
que es negro
este último poema

Olginha murió
en su lecho
en colchón
subsuelo,bodega;
ruidos de cadenas
a sotavento,
habitación ocupada,
llena de susurros
de marañas negras
que la fueron a buscar.

Olginha no era su nombre
ni era blanco su atuendo,
ni solitario su pesar.
Voces en multitudes
rompieron
el tragaluz, el espejo,
la mortaja
que entre manos implorantes,
a su dios que de mentir
se entregó a la muerte tribal


lunes, 15 de noviembre de 2010


Duele la palma de mi mano,
suda mi piel su linaje.
Olor a látigo,
no a sangre,
a fustigo 
sobre esa roca,
en siglos, aposenta y serena,
me extravía 
al antes secular,
y me lleva 
al todo,
al pasado,
de genes,
el dolor.

Vista desnuda
indeleble
quebrada
donde ese mar
ya no es mar
donde esa huella palmar
de vida extensa
ya no es vida.

Son solo
inmediatos pasados
orgánicos
que penumbran
moribundos bajo
la única reflexión que cabe
en este momento
donde el mar 
ya no es mar:
¿de donde viniste 
piel negra?,
Enjambre de pieles negras
sin nación.
De una bodega sin mar?
De una multitud de dolores negros?
en una madera hambrienta
O te parió un mascarón de ébano?
el talle de un blanco?
en carnes engrilletadas.

Carnes descarnadas
en gritos de dialectos.
Muchos dialectos gritan que
cazados no entendían,
no conocían...
se entregaban.
Su mujer era tribal
y no de lino vestida
para su mercé.

Que la vida era bozal,
era yoruba
el destino
y no de peregrino dolor.

Negro prende velas, 
negra ceba a su señó,
negro ¡ arro-ró a tu negro!
duerme su carne.

Duerme tu dialecto sin mar,
muere sin entender
puñal, pólvora, cadena, bodega
de un mar que ya no es mar:
es la línea de mi abuela
en este dolor palmar.

duele mi pasado
duele mi destino
bajo aquel mismo látigo
que me cazó descendiente
en esa línea en mi mano
y me aposentará en la roca
para pensar
que rema la vida
esa oscura bodega y 
que el mar 
ya no es mar.

Gabriel Benavente